Andrew
y Francisco estaban junto a mí, tan sorprendidos como yo.
-¿Qué
pasó?-
-No
lo sé.- Estamos parados en medio de la nada, solo hay arena alrededor. El
abrazador calor del sol quema mi piel de manera sorprendente.
Llamas
comenzaron a brotar del suelo, atrapándonos a todos en algo muy similar al
infierno terrenal. Los tres comenzamos a quemarnos, los gritos desesperados de
mi hermano sumado al dolor total me dejaron casi inconsciente de lo que debía
hacer.
-¡Miranda!
Piensa en frio.- Ordenó Andrew.
-¿Qué?-
-¡¡Hazlo,
maldita sea!!- Lo que me pareció una completa locura, quizás sea nuestra única
salvación. Invierno, nieve, lluvia, agua, hielo.
-Frío total, hasta
congelar tu sangre y paralizar tu corazón.- Pensó Francisco.
-Exacto.- Recordé cada
detalle de mi transformación, el hielo recorriéndolo todo, deteniendo mis
latidos, cristalizando mi corazón, congelándome en el tiempo, para siempre.
-¡Funciona!-
Gritó Francisco. Abrí mis ojos, el fuego iba en retroceso, pero aún podía
sentir las llamas dentro de mi cuerpo.
En
ese preciso momento, algo inesperado sucedió: Christian Torres, el amigo de Anne, bajó del cielo, una luz segadora
provenía desde su interior, su rostro angelical me observo detenidamente,
luego, con un leve movimiento de sus labios, dos ángeles llegaron, posándose
junto a él con una delicadeza casi aterradora.
-Un
gusto verlos otra vez.- Dijo haciendo un ademan.
-¿Qué
ocurre aquí?- Preguntó Francisco.
-Lo
que debió pasar hace mucho tiempo, alteza.- Sus ojos chispearon, sea quien sea
Christian, no es un vampiro, de eso estoy segura.
-Esta
en lo correcto, princesa. Soy el Guardián de Lisiaret.-
-Oh
no.- El terror se apoderó del rostro de Andrew, comprendí con su mudo mensaje,
que esta vez, sería imposible escapar.
-Lo
siento Andrew, pero es lo correcto.-
-Una
batalla se acerca.-
-¡Tu
me quieres a mi, no a ellos!- Chillé.
-Te
equivocas, tu solo eres un ser del infierno, tu alma esta fuera de tu cuerpo.-
-Yo
soy la Princesa de la Luz.-
-La
hija del infierno.-
-Mientes.-
-¿A
sí?- Mi cabeza se llenó de visiones, recuerdos que jamás había visto.
-¡Esto
eres tu!- Dijo fuertemente, la cabeza me iba a explotar.
Hija de las Sombras, serás enviada a recuperar el lugar de tu madre en en
cielo, hija del pecado, el cielo deberá reconocer tu origen infernal.
Esta escrito de esa forma, tu serás la elegida, tu, Princesa mestiza,
mescla del bien maternal y el mal paterno, te convertirás en la Luz de la Noche,
en la Oscuridad del Sol. El equilibrio que en ti esta debe perdurar. Si traspasas
los limites puestos, todo acabará.
La gris bóveda de
estrellas ilumina más allá de mis expectativas. Esta noche, Eric vendrá otra
vez, no más visitas ocultadas por el cielo azul profundo, huiremos, cruzaremos
las barreras de lo permitido. Cristina no debe saberlo.
-¿Preparada?- Preguntó mi
amado prohibido.
-Desde el primer momento.-
Musité.
-Es hora de partir.-
Tomé su mano tibia, nuestros
corazones latiendo con fuerza repentina.
Labios ardientes unidos
en un beso que sella nuestra unión.
-¿Estaras por siempre
junto a mi?-
-Solo si la muerte no lo
evita.-
Corrimos por el bosque
sin detenernos, algo en mi interior me alertaba de un peligro mortal, la noche
y la oscuridad no son buenas compañeras.
Chillidos espantosos
terminaron con el silencio. Espadas apuntando a mi dirección, demonios sin
forma nos perseguían.
-¡Corre!- Gritó Eric,
pero no lo hice, me detuve y sin saber bien que hacía, enfrenté a los seres
oscuros.
-¡Alice!- La voz de mi
Guardiana me sorprendió, Cristina se acercó y le arrancó la cabeza al demonio
que intento atacarme.
-¿Qué haces aquí? ¡Vuelve
al Castillo!- Exclamó Cristina desesperada. Eric luchaba contra los demás.
-No, no seré la Princesa
que todos esperan, amo a Eric.-
-No sabes lo que dices.-
-¡Cuidado!- Más y más
ángeles oscuros nos rodearon, no quedaba más opción que escapar.
Sentí mis piernas flaquear,
ya a punto de desfallecer, caí al suelo, alrededor solo se podían ver arboles
verde grisáceo, llamas ondeando a través del follaje empezó a quemar todo.
-Debes salir de aquí.-
-¡¡No puedo seguir!!-
-¡¡Debes hacerlo!!- Gritó
Eric con furia. -¡Vete de Lisiaret!-
-¿Dónde crees que vas,
princesa?- Un ser de belleza extrema me atrapó, apretando fuertemente mis
muñecas. Eric me liberó, golpeando sin éxito al ángel oscuro.
-¡Vete ya!-
Me levanté y corrí con
las pocas fuerzas que aún me quedaban, esquivando las espadas y llamas enviadas
a matarme.
Durante unos instantes,
los ruidos de batalla no se oyeron. Un grito mortal llenó todo el bosque.
Volteé y vi a Eric cubierto de sangre, la que emanaba de su pecho. Cristina
jaló de mi muñeca y me empujó a un portal brillante...
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