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sábado, 24 de noviembre de 2012

Epílogo



Miranda caminaba por el Palacio Celeste , su hijo pequeño jugueteaba entre las flores del jardín junto a sus primos, descendientes de Francisco.
Ya habían pasado quince años, todo esto no dejaba de ser extraño para ella, a veces, despertaba aterrada durante las noches, huyendo de demonios que ya no están, que no volverán nunca más.
Recordó como después de la batalla, apareció en el Palacio Celeste y Eric la tomo entre sus brazos mientras le explicaba que todo fue una prueba de valentía y honor, ella y su hermano la habían superado, demostrando que eran dignos herederos del trono real, que la Luz había prevalecido por sobre la Oscuridad en de sus corazones.
Ahora era Francisco quien mantenía el equilibrio del los mundos, ella pudo ocupar el lugar de su hermano, pero renunció, dejo el poder de lado, a cambio, recibió el amor eterno e incondicional de Eric.
No volvería a correr por su vida, ya no estaba escapando de la muerte.

Capitulo 30 (Parte II): Aquí estoy, no escaparé



-No es verdad, no puede serlo. ¡No es verdad! ¿Me oyes? ¡¡Eso no es verdad!!- De donde sea que salieran esos recuerdos, no provienen de mí.
-Deja de negar la realidad, eso eres, una mestiza hija de un demonio y un ángel, fruto de una relación letal.-
-Y su destino es convertirse en la Reina de la Luz.- Dijo Andrew.
-Su destino es morir.-
-Primero deberás acabar conmigo.- Amenazó  Francisco  fieramente.
-No es necesario que sacrifique su vida por Alice, alteza.  Ella es la maldad encarnada.-
-¡Miranda! Me llamó Miranda.-
-Y es mi hermana, imbécil.-
Un chasquido de sus dedos hicieron a Francisco caer al suelo. Me concentré en el fuego que me corroía, envié ese calor infernal al cuerpo de Christian, este se aturdió, los ángeles se abalanzaron sobre mí, Andrew los tiró contra la nada.
-Mala elección.- Murmuró el Guardián de Lisiaret. Nuevamente chasqueó los dedos. Soldados alados de rostros angelicales con espadas de plata intentaron atacarme, el monstruo dentro de mí quiso salir, un delicioso banquete de sangre dulce... Algo me hizo detenerme en seco. ''No dejare que me domines'' '' ¡No lo haré!''
-¡Miranda!- Francisco se transformó en lobo, corrió a mi lado, arrancándole la cabeza a un soldado alado.
-Esto no esta bien, Miranda. ¡Qué estamos haciendo!- Estaba asustado, jamás pensó matar a alguien para defenderse...
-Mantenernos con vida.- Respondí en silencio.
Más soldados descendieron, Andrew ya se veía sobrepasado, luchando con tres a la vez. Francisco y yo nos protegimos mutuamente, esquivando los ataques... Evitando mi naturaleza asesina.
-¡No ganarán! Ríndanse y entreguen a Alice.- Dijo Christian.
-Antes muerto.- Gruñó Andrew, matando con rapidez a dos soldados.
-Como desees.- Un rayo silenció a las espadas. Eric y otros vampiros aparecieron después del resplandor, guardianes del Castillo Oscuro, Kate y Anne.
Comenzó una lluvia torrencial.
-¡Qué empiece la batalla!- Gritó Andrew con ironía, burlándose de Christian.
Eric me lanzó una espada, la tomé con algo de dificultad. Luché con los soldados, paralicé sus ataques e intenté proteger a Francisco. Pronto todo estuvo rodeado de sangre mesclada con el agua de la lluvia.
Mi espada chocó con brutalidad otra igualmente fuerte. Mire el rostro de mi atacante.
¡Sorpresa!  Es Cristina.
-¡Miranda!-
-¡Cristina!- Ambas dejamos nuestras armas y nos abrazamos, mal momento para un reencuentro.
-¿Pero tu...? ¡Estabas muerta!-
-No totalmente... Pero...-
Casi me arrancan el cuello. Volvimos a la batalla, plumas perfumadas y sangre angelical hacían que perdiera mi concentración. De repente note alas en mi antigua Guardiana.
-¿Por qué?- Pregunté mientras clavaba la espada en el suelo.
-Soy una soldado, Christian me devolvió a la vida.- Algo helado recorrió mi pecho, no es posible.
-¡Él me quiere muerta!-
-Lo sé, pero era la única forma de regresar.-
Tomé mi espada y corrí lejos de ella, no quería verla si íbamos a tener que matarnos.
Eric estaba enfrentando a un enorme alado, le enterré mi arma por la espalda, este cayó muerto.
Escapar. Es lo único que he hecho desde que entré a este mundo, esconderme del destino escrito para mí.
-¡Princesa!- Eric me rodeo en sus brazos y me besó.
-Debo morir.-
-¿Estas loca?-
-Esto no se detendrá, nunca acabará la lucha.- Besé de nuevo a Eric y me alejé de él.
-¡¿Esto es por mi, no?! ¡Pues aquí me tienen! Detengan su maldita guerra y dejen de acabar con sus vidas.- Grité con toda la fuerza que quedaba en mis pulmones, nadie se movió.
Tomé el medallón que me entregó Andrew antes de partir... No te servirá para regresar, pero tiene más poderes de los que imaginas. Se abrirá únicamente cuando lo necesites de verdad.
Lo abrí lentamente...
-Hasta aquí llegó esto, princesa. Todo acabo.-
Un enorme Palacio Celeste se alzaba frente a mí, Christian estaba a un lado, sonriendo triunfal.
-¿Qué pasó?- Los hechos de por si incomprensibles, se volvieron totalmente imposibles de descifrar para mi pobre cerebro. ¿Y Francisco?
-¿Dónde esta mi hermano? ¡¡Francisco!!- Chillé desesperada, perdiendo el control de mi misma.
-Tranquila princesa, todo esta bien, su hermano ha sido llevado adentro.- Caminé con la conciencia perdida.
Entonces escuché esa voz, su voz.
-Miranda, todo ha acabado.-
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Hello! Girls! Bueno, la novela ha llegado a su fin, dentro de poco (espero poder) subiré el epilogo, estoy casi 100% de que lo necesitan para entender todo lo que sucede, es algo confuso :)
Solo espero que les haya gustado...
Goodbye! <3