Escuché
los pesados pasos de Laurent... Este es mi fin, pero al menos, sé que no será
en vano.
-Pero
mira que tenemos aquí.- Dijo con sorna
el cruel vampiro. -Los herederos al trono real, dos fenómenos que pronto
morirán en mis manos.-
-Por favor Miranda
no hagas ninguna estupidez, no...- Pensó Francisco, pero ya era demasiado
tarde para arrepentirme. Me había lanzado con todas mis fuerzas a atacar al
monstruo infeliz que me arruino la existencia.
-Mala
elección niña.-
-Eso
es lo que tu crees Shinoweth.- Sonreí débilmente, solo quería demostrarle que
aún a punto de ser liquidada podía luchar, que nunca me rendiría.
Golpeé
con dureza su torso, pero ni siquiera se
inmuto.
-Así
no llegarás a ninguna parte.- Murmuró alguien detrás de mi. Cristina. O lo que
quedaba de ella. Se veía de la misma forma que Andrew, con la mirada perdida,
llena de odio y sin una pizca de vida.
-Tu
no te entrometas angelita.-
-Lo
siento mi amo, pero debo recordarle que un enfrentamiento real debe ser en
igualdad de condiciones. La chica necesita defenderse. Son las reglas.--
-Tienes
razón.- Por más que buscara a la vieja Cristina en esa coraza desconocida, no
la hallaba. Pronto solo quedarían Eric y Kate...
-Trae
la espada de su padre, la misma con la que le atravesé el corazón.- Mi
respiración se detuvo. ¿Mi padre estaba muerto?
En
un par de segundos Cristina apareció con una hermosa espada plateada con
detalles de oro en la empuñadura.
-Tenla.-
Dijo entregándomela con desprecio. ¿Será la última vez que la veré?
-Es
tu vida o la mía, no hay más oportunidades.- Lo observe con odio. Maldita
sanguijuela.
-Como
quieras Laurent.-
Tomé
con dificultad la espada, era muy pesada y mis frágiles brazos se doblegaban.
-¿Lista?-
-Solo
si tu lo estas.-
No
me percate del momento en que las espadas empezaron a chocar, provocando un
ensordecedor sonido, pero si me di cuenta de lo difícil que me resultaba
manejar aquella arma. Intenté enterrarla en su pecho pero su agilidad era
sorprendente. Lentamente me iba acorralando, dio uso de algunos poderes para atacarme
y yo apenas era capaz de defenderme, simplemente no hallaba la forma de darle muerte al alguien
prácticamente inmortal.
-Entierra la espada
en su cuello.-
-¿Qué?-
-Es su punto débil,
es l única oportunidad que tienes.-
-Francisco...-
-Solo hazlo.-
Recuperé
mi concentración y vi los ojos carmesí de Laurent atrapar los míos. La agitada
pelea no parecía acabar nunca... Debía obedecer a Francisco o morir sin haber
hecho nada.
-Entonces...
¿Te rindes?-
-Nunca.-
Rápidamente moví mi espada hasta su cuello, lo traspasé y en un instante Laurent
caía al suelo. Muerto.
-¡¡Miranda
cuidado!!- El
lobo comenzó a forcejear con las cadenas que lo ataban para liberarse. Aullaba
inquietamente. -¡Miranda!- Fue cosa
de segundos para que una espada traspasara mi pecho... Cosa de segundos para
perder todo y...